domingo, 30 de marzo de 2014

La vieja presa del Aulencia y la Senda Mordor... a patas (por Hedumaza)

Hoy es el día elegido para realizar el primer evento senderista del año en la aldea pitufa.
La ruta a recorrer promete ser atractiva y muy entretenida
Como ya es costumbre el despertador suena, pero hoy es distinto a otras ocasiones en que nos juntamos los amigos de la aldea para hacer algo de ejercicio, amén de celebrar estas esporádicas reuniones como se merece, es otra de nuestras tradiciones... y que no nos falte ;-)

Es una ruta atípica, y hay poco interés en la aldea por hacer ejercicio a dos patas, por lo que solo terminamos juntándonos dos pitufos, el siempre dispuesto e inagotable  Faljau, y un servidor, que si bien me encuentro en mis horas más bajas a nivel físico, si es cierto que soy un adicto al pateo, modalidad que, por otro lado, tengo algo oxidada, pero que, al igual que ocurre con la bicicleta... una vez que lo haces, ya no se olvida je je je.

Tras recoger los escasos bártulos que van a conformar mi equipo personal ( una pequeña mochila de hidrata, mis botas de trekking y mi cayado senderista, el cual se estrena como aparejo andarín. La ropa de faena es simple... un chándal amplio y una camiseta blanca de manga corta.
Todo va a parar al fondo del maletero de mi coche, el cual también se estrena en salidas campestres.
Paso a recoger a Faljau, y juntos ponemos rumbo al aeródromo de Villanueva del Pardillo, al cual llegamos con más rapidez y prontitud de la que yo esperaba.
Al llegar nos encontramos con una amplia explanada donde poder dejar el coche sin problemas, no hay signos de vida en los alrededores, y en lo alto, el sol nos ofrece su mejor cara.
La mañana es inmejorable para practicar esta modalidad deportiva, y sol radiante que lo inunda todo, una temperatura agradable que no requiere de más ropaje que el que llevamos puesto, y cielo despejado y... en la lejanía, un gigantesco globo aerostático se levanta hacia el firmamento, poniéndole a la mañana la nota de color.
Tras un fugaz desayuno ponemos rumbo hacia la senda que el gps nos va marcando.
De inicio, una inclinada pendiente nos obliga a emplearnos a fondo para descender por ella, si bien se nota la diferencia de destreza entre Faljau y yo, el que tiene escuela pone en práctica sus conocimientos... uno baja con soltura, el otro ampollándose en su cayado. Al final... obstáculo superado.
Inmediatamente nos surge el primer vadeo, un estrecho arroyo, más bien es una delgada lámina de agua clara, pero con un fondo algo fangoso, nos obliga a emplearnos... no a fondo, pero si con cierto esfuerzo, ya que el musgo que  prolifera en su entorno, así como el propio barro pueden ocasionarnos una tonta caída, o algo peor.
Tras el arroyo comienza una cuesta tan empinada como la pendiente anterior, tras su ascenso, ante nosotros aparece un ancho, bien definido, pero muy roto camino carretero, el cual está repleto de guijarros, y anchas y profundas roderas.
El camino nos lleva en un continuo ascenso, no es muy trabajoso de patear, pero es algo incómodo por tener que ir sorteando las roderas, así como tener que ir pendiente del suelo que pisamos, ya que las piedras están sueltas... no sería muy agradable pisar una y que un tobillo perdiera su equilibrio.
Según vamos ascendiendo, en la lejanía va apareciendo  Villanueva del Pardillo, y tras él, una amplia planicie que la ligera neblina mañanera impide contemplar en su total esplendor.
Continuamos subiendo, llegamos a un punto en que el suelo cambia su carácter, desaparecen las piedras y las roderas para convertirse en una camino casi perfecto, llano y sin ningún tipo de complicación. A todo ésto, el camino va discurriendo entre vallados de espino y tras ellos, ganado vacuno.


Impresionantes morlacos que pacen plácidamente, ignorando nuestra presencia... disfrutando de la mañana.
Mientras avanzamos, la sierra madrileña nos da los buenos días ofreciéndonos unas vistas inmejorables de su quebrada figura, vestida de un blanco cegador para la ocasión.


A la izquierda del camino hace acto de presencia el blanco muro de Valmayor, impresiona verlo en toda su extensión, y por encima de él, El municipio del Escorial, con su emblemático monasterio, dan un toque de solemnidad a la mañana,  es momento de inmortalizar lo que estamos contemplando.


Tras un buen trecho de camino llanito, el cual se ha dulcificado dejando atrás la prolongada cuesta, llegamos a una bifurcación, la cual tomamos a mano izquierda. Un ejemplar equino, sale a darnos los buenos días, como no somos mal educados, correspondemos igualmente con unas caricias y un poco de hierba arrancada de la base del vallado.

Continuamos adelante por el nuevo camino, cuyo firma se va volviendo bravo según vamos avanzando, ahora, con tendencia descendente, nos lleva a un tramo complicado de profundas y ramificadas roderas y mucho guijarro suelto.
Un grupo de aguerridos ciclistas se enfrenta a la dura y ardua tarea de ascender por este complicado camino, a duras penas lo logran algunos, otros, como no puede ser de otra forma, deciden practicar esa modalidad que tiempo atrás un servidor patentara... empujabike.
La pendiente se agudiza, mientras la vegetación se va agolpando a ambos lado del mismo.
Poco a poco el camino se inclina más y más, la pendiente es bastante fuertecilla, pero no complica para nada el tránsito a pie... de otra forma muy distinta lo deberían de ver el nuevo grupo de ciclistas que acometen su duro ascenso... los molinillos afloran de P.M. en este ascenso.
De repente, y entre la vegetación aparece, frente a nosotros, y en la lejanía un ancho camino que desciende desde la cima de las colinas que nos enfrentan, y tras unos metros, aparece uno de los lugares más pintorescos que tiene este lugar, y que es, junto a la senda del cañón del Aulencia, el motivo de que tanta gente decida aventurarse por estos perdidos y aislados lares.
Ante nosotros, y todavía en las alturas, aparece una gran laguna quietas y estancas aguas,  y en su margen izquierdo una pasarela metálica nos  marca el lugar donde se encuentra el muro de la presa... la panorámica es muy atractiva e irresistible a la cámara fotográfica.



Seguimos descendiendo, llegados a un punto, el camino se estrecha  y en un fugaz zis zas nos desciende a un arroyo que lo cruza.


El vadeo no es complicado, y tras él, un nuevo y empinado ascenso por lo que ahora es una estrecha senda, tan estrecha que nos vemos obligados a echarnos a un lado para dejar paso libre a un nuevo grupo de ciclistas, los cuales, al igual que ocurriera unos cientos de metros atrás, venían empujando sus flamantes máquinas de matar.
La senda se sigue estrechando, llegando un momento en que esta se fusiona con un estrecho muro de piedra que bordea la zona inundable del embalse.
Un amenazante cartel nos avisa de lo que nos podremos encontrar en las profundidades de este lago si nos aventuramos a darnos un baño... algo para nada recomendable, ya que, al parecer, el embalse está casi cegado de lodos tóxicos provenientes de una depuradores que se encuentra entre este embalse y Valmayor. A día de hoy, grupos ecologistas, tras varias denuncias, han hecho que los ayuntamientos aledaños, y la Comunidad de Madrid no se pongan de acuerdo en quien debe de asumir el costoso montante que supondrá desenlodar las profundidades de esta, aunque no lo parezca, lámina de agua de escasamente dos metros de profundidad en su zona más profunda... cuesta imaginar que haya tal cantidad de barro cuando uno se asoma al pasamanos de la presa y mira su no tan escasa altura... lo que hay a un lado no se corresponde con lo que hay al otro... dos metros de agua y el resto es, con perdón... mierda.


Las algas afloran en el centro del embalse, lo que corrobora lo que he leído sobre dicha acumulación de barro. Al otro lado del pasamanos... una bella e idílica estampa la cual nos aguarda para ser descubierta por nuestros ojos... una garganta llena de vegetación que cae desde las alturas a ambos lados del cauce del contaminado arroyo.


La presa del Aulencia es muy fotogénica y desde cualquier punto se puede obtener una magnífica instantánea.



Tras una breve visita a la presa y a sus balsas de decantación, todo ello en  claro estado de abandono...


... iniciamos la senda Mordor, el cual nace en el margen izquierdo de la presa y va descendiendo hasta llegar a la cota del arroyo, eso sí, su inicio es muy estrecho y pedregoso, insinuando una caída muy a tener en cuenta para todo aquel que se empeña en hacer esta senda en bici...  me reafirma en que esta senda  NO ES CICLABLE, si bien, y a pesar de las innumerable y peligrosas complicaciones que un siclista deberá de afrontar, el nivel de técnica que deberá de tener será muy alto, dado que gran parte de la senda discurre por un sendero no más ancho que una persona y alfombrado de rocas... no piedrecitas... rocas, algunas de ellas de consideración, pasos MUY estrechos que a la izquierda ofrecen paredes de duro granito y a la derecha caídas de altura incalculable debido a la proliferación de espesas zarzamoras . Hay puntos en que es obligatorio descender de la bici y pasar haciendo malabarismos... y si ya es peligroso pasar por aquí con botas de trekkin, con suela de tacos anti deslizante, y un cayado... no quiero ni pensar como debe de ser pasar con calas y una bici a cuestas. En algunos puntos hay que estar muy pendiente de donde se pisa, pues la mayor parte de la senda discurre sobre un estrecho muro de piedra que nace en la presa  y que recorre en toda su extensión la  senda Mordor.
La senda nos deleita con vistas preciosas, el arroyo se estanca en algunos puntos en profundas pozas, en otros, juguetea ente el pedernal y el  granito.
La paz, la quietud, solo rota por el movimiento de las aguas del Aulencia, la casi total ausencia de visitantes... aunque con alguna que otra pareja de caminantes nos cruzamos, la mañana tan ideal, con una luz estupenda que permitía observan con detalle el entorno, facilitado por la ausencia de verdor en la vegetación que crece a los márgenes del arroyo... el lugar es ideal para pasar una mañana de senderismo tranquilo.


La verdad es que pocas paradas hicimos, si bien solo hicimos dos, la del caballo que fue de escasos 5 minutos, y la de la presa, donde estuvimos detenidos en torno a 10-15 minutos... el resto fue " not stop ", eso sí, el ritmo no fue muy elevado, lo que nos permitió disfrutar del bello lugar... eso sí, siempre extremando la precaución pues un mal paso y te podías despeñar, ya que la senda se va insinuando, en todo momento, con las alturas, máxime en el último tramo de la senda, donde llega a cobrar una altura casi de vértigo con respecto al arroyo y donde la senda sigue siendo no más ancha que dos o tres pies... pero las vistas del fondo de la garganta, y de todo el entorno son preciosas.


La senda es prácticamente llana, si bien en su inicio se inicia con una pendiente considerable hasta bajar desde la cota de la pasarela de la presa, hasta casi el nivel del arroyo, en su último tramo, la senda se separa del arroyo, trepando por la ladera de la montaña, llegando a un punto en que nos enfrentaremos a una tremenda cuesta, complicada de ascender andando, muy rota y  quebrada, donde tienes que ir estudiando cada lugar donde vas a posar el pie, pues un mal traspié y lo que te encontrarás será una caída impresionante de varia decena de metros hasta el fondo del barranco.
Tras superar esta dura subida de unos 50 m. el sendero se allana, y nos ofrece unas vistas espectaculares, abajo el Aulencia sigue a lo suyo.


Rápidamente el sendero inicia su descenso, sin dilación, nos lleva poco a poco hacia las profundidades del valle y casi sin darnos cuenta no volvemos a encontrar al nivel del arroyo.
Ahora la senda se ve encajonada entre una gran verja a nuestra izquierda y el propio arroyo a nuestra derecha, grandes coníferas nos regalan sus agradecidas sombras, pues aunque parezca mentira, ya cerca de las 11;30 am, el sol empezaba a sacudir y la temperatura ya rondaba los ventitantos grados.
La nota discordante la aportaron un grupo de tres moteros, con motocicletas  todoterreno de gran cilindrada, que se adentraron en la parte final de la senda, inundando el aire de un fétido y maloliente olor a gasolina de dos tiempos quemada... en ese momento me vino a la memoria el video que... no se quien fue, subió sobre las trampas a ciclistas y cosas así, no son para los ciclistas, son para esta gente que con el estruendo que generan sus motociclistas espantan al ganado, o a las posibles presas de caza de los cotos colindantes, así como los estragos erosivos que producen dichas máquinas sobre el suelo, aun así, hay quien se empeña en seguir metiendo estos artilugios por zonas prohibidas.
Pasamos bajo un estrecho ¿ puente ?, que cruza el arroyo, atrás queda la fétida atmósfera motera, aunque no nos libraríamos tan fácil de ellos, los moteros, un centenar de metros más adelante nos volvería a superar, obligándonos a echarnos a un lado del camino.
La senda Mordor finaliza a la altura del citado puentecillo, a partir de aquí, la senda se transforma en camino carretero, serpenteando nos vuelve a elevar la cota de altura sin reparos.
Nos esperan unos 200 o 300 metros de no parar de subir, con tramos de un desnivel bastante considerable, con un trazado muy roto, con profundas y ramificadas roderas y mucho balastro suelto, casi no se puede apartar la vista del suelo, pues tienes que ir pendiente de donde pisas... por el tema de los tobillos y esas cosas.
Tras el largo ascenso, volvemos a retomar la senda que nos llevará a volver a vadear el arroyito del principio, y tras un duro ascenso, que anteriormente fue de descenso, llegamos a la explanada del aeródromo y con ello, a la comodidad de los asientos del coche... el aire acondicionado fue una bendición, pues llegamos algo cansados, sobre todo un servidor, y sudorosos. Tras meter los bártulos en el coche, pusimos rumbo a  Madrid, donde nos aguadaba una terraza y un par de jarras de 1/2 litro de fresquita y apetecible cerveza sin alcohol y con limón... y un par de puritos alcapone, que a Faljau y a mi ya parece como si nos faltara algo si tras una ruteja no nos fumamos al menos un cada uno je je je ;-)


Las conclusiones que he sacado de este gran día de campo han sido... :
1º La zona del Aulencia es una zona magnífica para practicar deporte al aire libre, y está muy cerquita de Madrid, se pueden sacar buenas rutas ciclistas, eso sí, aquí hay duras cuestas, muy complicadas algunas por que es un terreno que el agua erosiona con muchísima facilidad, aunque el suelo es de granito, lo que hace que en caso de lluvia el suelo drene bien.
2º La senda Mordor NO ES CICLABLE, por mucho que haya quien se empeñe en lo contrario, el ciclista que se aventure por esta senda ha de tener una MUY DEPURADA TÉCNICA, pero sobre todo, mucha paciencia pues se encontrará tramos que ni el mejor ciclista podrá salvar sin desmontar  y, o cargar al hombro con la bici o empujarla... y lo tendrá que hacer durante muuuchas decenas de metros.
3º La mejor época del año para recorrer esta senda es, o ahora que la ausencia de follaje en los arboles permiten ver más allá del ramaje, lo que permite hacerse una idea de lo grande y bello que es este lugar, o ya en plena primavera, cuando los árboles y, en general, el bosque de rivera se vista ofreciendo una sombra muy acogedora, pero perdiendo gran parte de los detalles.
4º se llega sin problemas por autopista hasta el aeródromo, del que se pueden trazar muchas e interesantes rutas.
5º Los pitufos de la serie de dibujos andaban más que los de nuestra aldea, a los nuestros eso de patear no les va mucho... por lo que he podido ver je je je ;-)

Completaron esta ruta: Hedumaza y Faljau

Track de la ruta por Hedumaza, AQUI

Perfil y datos de la ruta:


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